El País cuenta las
historias de varios colombianos que se las ingenian para sobrevivir en medio de
la crisis económica de Italia.
Por Ángela María Collazos
Mientras Giovani Roveri cena con varios amigos en su casa de
Milán, el tema del que hablan no son los resultados del ‘Calcio’ (fútbol) ni el
último grito de la moda de esta capital europea. “Ahora sólo hablamos de la
crisis económica, los sacrificios que tendremos que asumir y las cosas que ya no
podemos pagar”, como la deuda de la casa que compró hace tres años.
Este administrador de 30 años llevaba seis trabajando en una
agencia de publicidad donde ganaba 1.950 euros (unos $5.070.000). Gracias a
esos ingresos tomó un crédito para comprar la casa por la que paga una cuota
mensual de 600 euros (alrededor de $1.560.000). El año pasado el panorama le
cambió. La empresa lo despidió debido a la difícil situación económica que vive
Italia.
La Nación le debe más del 120% de su Producto Interno Bruto,
lo que llevó a la dimisión del Primer Ministro, Silvio Berlusconi. Mario Monti,
quien lo reemplazó, anunció que los recortes que debe aplicar el Gobierno para
salir avante son duros: “Vendrán grandes sacrificios”, dijo.
A Roveri la situación ya le costó el empleo, aunque no baja
la guardia y por eso completa su cuarta pasantía en compañías de publicidad y
mercadeo en las que gana 600 euros pero sin derecho a prestaciones sociales, “vivir
con esto en una ciudad como Milán es casi imposible”, contó. Por fortuna su
padre, quien le sirvió de codeudor para el crédito hipotecario, se hizo cargo
de la deuda para evitar perder la casa.
Al igual que a Roveri, a la familia de la caleña Andrea
Moreno también le ha afectado la crisis, pues se tiene que restringir de
algunas cosas con los 2.000 euros que gana su esposo. Por ejemplo, procuran
consumir carne sólo cuatro veces a la semana, por su alto costo (3 euros la
libra). Él, que siempre fue un amante del arte ha tenido que abstenerse de ese
placer, ya que hay que pensar primero en comprar la comida. Moreno, quien
estudia Historia, ha dejado de comprar ropa porque sus dos pequeños hijos son
una prioridad.
Fabio Favaretto, esposo de la colombiana, relata que la
gente antes vivía tranquilamente en ciudades como Venecia, pero a raíz de la
crisis empezaron a mudarse a pueblos aledaños porque la vida se ha vuelto
costosa.
Así mismo, algunos beneficios como los subsidios que
proporcionaba el Comune, lo que equivaldría a la Alcaldía de la ciudad, los han
recortado.
Antes el Comune le otorgaba dinero a los desempleados para
ayudar a pagar la luz, el agua o por si alguna madre quería matricular en algún
curso de piano o fútbol a sus hijos. Ahora esas ayudas se han limitado porque
según ellos, no tienen dinero y mucho menos para cosas que no son una
prioridad. “Italia parece un país del tercer mundo. No es como en
Francia, que si estás desempleado el Gobierno te mantiene y te ayuda a
conseguirlo”, se lamenta Moreno.
El flagelo de la crisis también ha cambiado ciertas
costumbres, como la compra de la primera propiedad tan pronto los italianos se
gradúan de la universidad. Ahora los contratos de trabajo son inestables por lo
que es difícil adquirir crédito en el sector financiero, ya que uno de los
requisitos es que quien lo solicita lleve cinco años laborando en la misma
empresa. No obstante, cuando el préstamo se logra, las personas temen llegar a
ser parte del 10% de desempleados que alberga el país.
Para el colombiano, Stevents Rojas, radicado en Parma desde
hace tres años, perder el trabajo se ha convertido en una de las mayores
preocupaciones de quienes viven en Italia. “Ahora se está hablando mucho de una
ley de despidos fáciles. Pueden despedirte por razones mínimas”, afirma.
Por eso ahora el sueño de tener casa propia ahora es una
utopía y un riesgo. Esto se refleja en que el 40% de los italianos entre 30 y
34 años han decidido vivir en casa de sus padres. Según Rojas, quien estudia
periodismo, “la otra opción es el alquiler, que en una zona de clase media vale
en promedio 900 euros en Milán. Así que para una sola persona vivir bien en una
ciudad grande sin ahorrar habría que ganarse unos 1.500 euros, ingreso que
muchos no tienen ya que un sueldo mínimo no pasa de los 1.200 euros.”
A pagar impuestos
A esto se le suman que a los italianos que sean dueños de
bienes raíces deberán pagar impuestos por los inmuebles que posean, algo que
antes de la crisis no existía, medida que consideran inconstitucional.
Por otro lado, el severo plan de austeridad ha afectado notablemente
al sistema de salud, pasando de ser gratuito a tener costo. Según cuenta
Daniele Fachinetti, empleado de una empresa de moda, “actualmente pagamos unos ‘tickets’
por medicamentos y tratamientos, cuyo valor es proporcional a los ingresos de la
familia, pero estos son cada vez más caros”.
Sólo están exentos de pagar los menores de 6 años y los
menores de 65 años con ingresos anuales menores de 36.152 euros, discapacitados,
embarazadas y desempleados. Para los demás el costo de los medicamentos y de
los tratamientos oscila entres 2 y 4 euros. El valor fijo de una cita médica es
de 23 euros, una resonancia magnética 70 euros y una cirugía ambulatoria 46
euros.
La reforma pensional también es otro de los sacrificios a
los que se han tenido que someter si es que no quieren que Italia se lleve
consigo la estabilidad de la Unión Europea. La edad de jubilación paso de 60
años a 65 para hombres y mujeres, según anunció el ministro Monti, quien espera
congelar las pensiones para el 2012, aunque se especula que sólo será para los
más adinerados.
Según Alessandro Vernarelli, administrador de empresas radicado
en Londres, su padre que vive en Italia, cotizó para recibir una pensión de
5.000 euros, y tal parece le sería disminuida el próximo año, aunque no sabe en
cuánto. Vernarelli advierte que “Italia tiene una población de adultos mayores
muy alta, por lo que al sistema a la larga se le vuelve insostenible. Los jóvenes
no soñamos a llegar a tener una”.
Los italianos han comenzado a sentir que su nivel de vida que
solía ser muy alto ha disminuido. Los ciudadanos se sumen en la desolación de
un futuro incierto. Para ellos el bienestar al que estaban acostumbrados ahora
es un simple recuerdo.
Según el economista Gabriele Valentini, la sensación general
es que “ahora somos parte del tercer mundo, nos hemos ‘latinoamericanizado’ y
la sociedad no está acostumbrada a esto”.
Pese a todo esto, Italia aún respira y aunque para muchos la
designación de Mario Monti como primer ministro significa una esperanza de
cambio, para otros es un economista que por su trayectoria en grandes grupos
financieros está más alineado con los intereses del sistema bancario universal
que con los intereses del bienestar común, como dice Valentini “es probable que
los más humildes sean los que paguen con lágrimas y sangre”.
La cultura del placer
El italiano es un fiel amante de los placeres. Pero a raíz
de la crisis se ha visto obligado a hacer cambios en su estilo de vida.
La ‘dolce vita’ se acaba. Esa que va acorde con la buena
mesa, los viajes y la moda.
Ahora, antes de de satisfacer un ‘antojo’ deben pensarlo dos
veces y abstenerse de hacer gastos innecesarios.
En cuanto a la comida y la ropa son precavidos y buscan las
ofertas, aún así se resisten a inhibirse de tener en su casa buenas botellas de
vino y pasta, y la ropa, por su alta calidad, no se privan de adquirirla, a
pesar de que el IVA subió un punto, pasó de 20% a 21%.
No obstante, los largos viajes que antes eran programados,
ahora continúan haciéndose con la única precaución de hacerlos más breves; ya
no suelen ser de un mes, sino de ocho días.
En cuanto al ambiente que se vive en Italia, aunque siempre
se ha visto gente pidiendo limosna en la calle, en especial los ‘zingari’
(gitanos), la crisis no ha alterado la tranquilidad y la seguridad de la que
siempre se ha disfrutado.
Las ciudades siguen siendo organizadas, limpias, y en los
pueblos pequeños, por lo general, no se registra ni un solo robo.
Igualmente, el nivel de turismo se ha incrementado e Italia sigue
siendo uno de los destinos más codiciados por su historia, su cultura, la
arquitectura y el arte.
Frases:
"Las vacunas de los niños antes eran obligatorias y muchos padres se quejaban de esto. Ahora dan la opción de que si quieres no los vacunas. Seguramente habrán padres que no lo harán, y así el gobierno aprovecha y ahorra ese gasto". Andrea Moreno, estudiante colombiana radicada en Quarto D'altino.
"Los italianos ahorramos mucho y las familias por lo general son pequeñas; tienen si mucho un hijo. Los que más sufren son los inmigrantes de África y el medio oriente, porque tienen muchos hijos y no pueden ahorrar. Un jardín infantil cuesta US$1.000, si tienen varios niños el salario no les alcanza". Andrea Bressan, vendedor italiano.