Por Ángela María Collazos
El bullying no es cosa de niños. Es un problema real y, por las consecuencias que conlleva ser agresor o víctima de acoso escolar, es obligatorio que los colegios tomen cartas en el asunto, por ser uno de los escenarios donde más se presenta.De ahí que los directivos de las instituciones educativas deban ingeniar dinámicas que permitan a los agresores reconocer y ‘reparar’ el error a quienes han sido objeto de burla, advierten los expertos. Y recomiendan instaurar una política de convivencia y capacitar a los profesores sobre estos temas.
Hay que tener en cuenta que las nuevas generaciones son diferentes a las pasadas y es preciso cambiar el autoritarismo y la represión, por tolerancia e inclusión.
La psicóloga Gloria Hurtado, afirma que los educadores pueden propiciar un proceso de reparación y perdón por parte del agresor hacia la víctima a través de actos simbólicos, como escribirle un poema, dedicarle una canción, acompañarlo a una cita médica o llevarlo a una fiesta. No sin antes haber hecho conciencia del error cometido. Según Hurtado, los rituales de reparación son importantes pues “lo que no se repara queda pendiente y alguien lo tiene que revivir para poner en paz el alma de la comunidad”.
Gloria Cecilia Ramírez, psicóloga de Escuela de Vida, advierte que es importante invertir en la prevención a través de programas de convivencia en donde se exponga el tema sin tapujos. A los niños hay que hablarles sobre qué es el bullying, cómo lo hacen, qué lo caracteriza y quiénes lo hacen.
Esto puede ir acompañado de herramientas como el relato de cuentos, la música o el teatro, en donde ellos mismos dramaticen situaciones de acoso y puedan experimentar qué se siente ser lastimado por el otro. Así, dice Ramírez, los niños representan miedo, rabia, tristeza, alegría. “El docente debe indicar cómo expresar estos sentimientos sanamente. Y así se fortalece la inteligencia emocional”.
Otra manera de acercar a los jóvenes es buscar un espacio individual tanto con el agresor como con la víctima. Dar claridad sobre las normas del colegio y las consecuencias de esa conducta. Escuchar lo que piensan y sienten y crear estrategias para persuadirlos para que se encuentren de manera voluntaria.
Lo ideal sería que el niño agresor reconozca las consecuencias de su comportamiento frente al niño intimidado y se comprometa a no volver a hacerlo. Invertir los roles es una táctica para darle una idea de lo que se siente ser agredido.
Efectos de la reparaciónTrabajar en la reparación es muy importante, ya que la autoestima, la seguridad y la capacidad de tomar decisiones se ven afectadas por el acoso escolar.
Al niño que es reparado, le da seguridad sentir que se le tiene en cuenta y se le escucha. Se siente reconocido, valorado y apoyado, entiende que no está cargando solo con esa situación y que existe la posibilidad de que el maltrato se acabe.
El niño que reconoce el daño que le ha causado al otro fortalece su inteligencia emocional y aprende a medir sus impulsos agresivos y a ser consciente de los efectos de sus actos. Un niño agresor también tiene baja autoestima, y sus carencias las muestra a través de la agresividad.
Las ‘mesas de paz’ también son espacios donde los niños actúan como mediadores en los conflictos de sus compañeros. Así lo hizo Carlos Morales, rector del Colegio José María Carbonell de Cali. “Convoqué a niños que estuvieran dispuestos a ser mediadores de conflictos, 50 se le midieron y fueron capacitados en manejo de emociones, técnicas para mediar y prevención del acoso escolar”, cuenta.
Al presentarse un conflicto, el coordinador de convivencia convence a los implicados de que si aceptan pasar por la mediación, la sanción será menor. En una reunión, los dos mediadores hacen que sus compañeros expongan los motivos por los que están allí y se llega a un acuerdo. Muchos terminan de amigos. Y el rector concluye: “El colegio es ahora un remanso de paz. No hay peleas, los mediadores se quedaron sin trabajo. Y la estrategia ya se está difundiendo en otros colegios de Cali”.
Perfiles de las víctimas y los victimarios